¿Por qué hago deporte en la montaña?

Pienso que no soy la única que a veces se siente estancada, agobiada o bloqueada por la rutina diaria,levantarse, ir a trabajar o a estudiar, volver a casa, preparar la cena y dormir.

Por eso, escaparse a la montaña  te facilita romper con estos pensamientos y recargar de energía para el resto de semana. Te concede el poder de perder la noción del tiempo y disfrutar de él sin prisas ni presiones.

Personalmente, he podido ver como en abundantes salidas a los cerros, he escuchado a la gente decir esto textual: “La montaña tiene algo mágico, es increíble como uno desconecta de todo y recuperas la energía que habías perdido a lo largo de la semana.” 

Como  se los he mencionado, para mí, este es uno de los grandes regalos de la montaña: poder conocer nuevos lugares y sentir que es mi propio cuerpo el que me permite llegar a estos.

Mi mamá, cuando me llevaba de pequeña a caminar y yo me quejaba, siempre me decía lo mismo: “para hallar cosas brutales, uno debe caminar”. Y qué razón tenía…

Poder ir de un pueblo a otro, poder coronar una cumbre, poder viajar por el mundo haciendo outdoor, poder encontrarse con otras personas apasionadas por lo mismo que tu, poder descubrir rincones donde no se llega sino por tu propio cuerpo, poder conocer la historia de tus antepasados recorriendo sus territorios… Todo esto, no hay dinero que lo valga porque tiene un valor incalculable. 

La montaña, la Pachamama, es la mejor tutora que uno puede tener. Esta te enseña a ser respetuoso con el medioambiente y sus habitantes, a ser humilde y agradecido con los que te rodean, a saber ayudar y pedir ayuda cuando la necesitas, a ser paciente y calmado cuando las cosas se ponen difíciles, a ser receptivo y fuerte cuando la situación te lo exige… Y sobre todo, a ser agradecido por poder estar disfrutando y aprendiendo de ella cada vez más.